Contar con una instalación de autoconsumo compartido, ya sea residencial (comunidades de vecinos o urbanizaciones) o empresarial (edificios de oficinas, polígonos industriales) es una opción muy interesante dentro de los modelos energéticos actuales. Formar una agrupación de consumidores con el objetivo de compartir energía es una decisión que proporciona una serie de ventajas:

  • El gasto inicial se realiza de forma conjunta y, lógicamente, la inversión por propietario es menor.
  • Al repartirse la energía según las necesidades de múltiples usuarios los excedentes son menores que si se tratara de uno solo.
  • Es una opción que está siendo progresivamente utilizada en el sector industrial. Las empresas que no puedan acometer una obra fotovoltaica por distintos motivos, pueden aprovechar la energía de los edificios cercanos y compartir gastos.
  • Es posible crear un sistema colaborativo en el que los propietarios compran y venden sus propios excedentes.

Además, hay algunos requisitos para cumplir con la normativa de este tipo de instalaciones:

  • Hay que tener en cuenta la distancia máxima de separación entre el centro de distribución de energía y el usuario, inferior a 500 metros. En un único edificio no parece muy difícil de cumplir.
  • Todos los propietarios de la instalación se encontrarán en la misma modalidad de autoconsumo: conexión a red pública externa (la más común, especialmente en propiedad horizontal) o conexión directa a red interior (más apropiada para centros industriales y no tan común).