En un escenario de cambio climático y con el compromiso de la mayoría de países de reducir las emisiones de CO2, la solución pasa por sustituir las fuentes de energía más contaminantes por energías renovables. Según todas las previsiones, en treinta años toda la energía que emplearemos será de este tipo. Para alcanzar estas metas las administraciones se plantean un programa con dos hitos: el primero en 2030, con el objetivo de eliminar parcialmente las fuentes tradicionales de generación energética, y la otra en 2050, cuando ese objetivo será total.

En la actualidad, el 60% de la energía que consumimos proviene de fuentes contaminantes. Para 2030 el objetivo es que solo el 25% sea producida por carbón, petróleo y derivados. Eso implica pasar del 40% al 75% en energía renovable. Finalmente, en 2050 toda la energía eléctrica deberá tener origen limpio. Una transición de este tipo comporta un replanteamiento del sistema eléctrico, tanto de las redes de transporte y distribución como del comportamiento de todo lo que esté conectado a esas redes.

Estas previsiones posibilitan que uno de los actores principales del proceso sean los consumidores. Por una parte, los usuarios están tomando conciencia del valor del ahorro y la eficiencia energética. Por otra, va aumentando el autoconsumo, que ya es una opción real. Se prevé que en 2030 se alcancen los 6.000 MW de energía autogenerada.