Instalar un nuevo sistema de calefacción en una vivienda es un tema realmente importante sobre el que hay que conocer (y sobre el que meditar y hacer cálculos) todo lo posible ya que puede suponer hasta la mitad del consumo anual en energía en los hogares (y por tanto también del gasto). A la hora instalar un sistema de calefacción en nuestro hogar tendremos que tener en cuenta muchos factores, como el tipo de clima en el que nos encontramos (en la costa no hay una gran oscilación de temperaturas entre unas estaciones y otras mientras que en el interior suelen ser extremas entre verano e invierno); las características de nuestra casa (no es lo mismo un piso que una casa unifamiliar, por ejemplo) y, finalmente, la inversión económica que estemos dispuestos a realizar.

Podemos dividir las distintas modalidades en dos aspectos:

  • Calefacción en función del tipo de energía que consume
  • En función del emisor que finalmente aporta el calor

Calefacción en función del tipo de energía que consume

Las principales fuentes de energía para mantener una temperatura agradable en el hogar son:

  • Electricidad
  • El gas por conducciones, como puede ser natural, gas ciudad, etc.
  • El gas en bombonas, como el butano o propano
  • Otros combustibles fósiles como el gasoil o el carbón
  • La biomasa, como los pellets o la leña

Las fuentes de energía que se emplean no son siempre relevantes o determinantes a la hora de medir la mayor o menor eficiencia de un sistema. Por ejemplo, se suele decir que la calefacción eléctrica es de las menos eficientes y de las más caras a largo plazo. Es cierto que usar radiadores eléctricos puede elevar la factura de la luz a niveles estratosféricos durante los meses más fríos, pero existen otros sistemas que emplean electricidad, como el aire acondicionado o la aerotermia, que resultan muy eficientes y no disparan el gasto energético. De igual modo, si se instalan elementos de autoconsumo renovables, como paneles solares o aerogeneradores, la factura se reduce considerablemente sea cual sea el sistema que tengamos.

Algunos de esos combustibles solo se emplean en sistemas de calefacción central y dependen de la instalación en origen del edificio, como el carbón, que, al ser muy contaminante, desaparecerá en los próximos años. El gasoil se usa también en calefacción central y para casas unifamiliares pero no como sistema individual en apartamentos.

También hay que tener en cuenta los gastos de implementación de cada una de las fuentes. El gas natural se considera muy eficiente y moderadamente asequible a la larga, pero llevar la conducción hasta cada casa, si no existe previamente, e instalar todo el sistema de tuberías y radiadores que requiere supone una inversión inicial considerable. A su vez, instalar unas estufas de butano, parafina o keroseno es muy barato, pero conlleva otro tipo de problemas, como el suministro continuo, los olores, etc.

En el próximo capítulo hablaremos de la calefacción en función del emisor que finalmente aporta el calor.