Se habla de las viviendas del futuro como si todavía estuvieran sobre plano o en la mente de los arquitectos, pero el 85% de los edificios en los que residiremos dentro de diez o veinte años ya están construidos. Esto significa que uno de los grandes retos de acceso a condiciones dignas de habitabilidad a corto y medio plazo es la rehabilitación. ¿Y qué es lo que va a ser más apremiante en este cambio? Sin duda, la cuestión de la energía. La guerra de Ucrania y la amenaza de interrupción del flujo de gas ruso no solo están encareciendo los precios en Europa, sino que se se ha convertido en una amenaza de recesión en Alemania que puede arrastrar consigo a toda la región. Y si sumamos una recesión y un fuerte aumento de los precios, la tormenta perfecta está servida y la pobreza energética se disparará.
En estas condiciones, la rehabilitación energética va a ser tanto una necesidad como una manera de contribuir a minimizar el impacto de la situación actual, por no hablar del cambio climático. Uno de estos elementos que intervienen en la rehabilitación energética es la domótica, y dentro de esta lo que se denomina el Internet de las cosas. Que el sistema de calefacción pueda regularse a distancia, que el suministro de agua está optimizado, que la iluminación de cada estancia se adapte a las personas que están en ella o se apague si no hay nadie… Todo esto va a ser necesario en no demasiado tiempo, porque la situación general y la voluntad de los estados, especialmente europeos, va a ir creando las condiciones para que este cambio se produzca.